fbpx

ganaderia intensiva

 

Con buenos rindes, una hectárea de carne requiere 30 kg de minerales, pero una de soja demanda 250 de nutrientes que, de no reponerse, afectan la fertilidad del suelo.

 

Darle al suelo lo que es del suelo, es decir, reponer los principales nutrientes, puede costar unos 80 dólares por hectárea en sistemas ganaderos que producen mil kilogramos de carne.

 

En cambio, cultivos agrícolas con buenos rindes, como soja y maíz, ese monto asciende hasta 550 y 740 dólares respectivamente, según determinó un estudio del INTA Venado Tuerto –Santa Fe–. Esa diferencia está determinada, sencillamente, por los animales: además de lo que aportan las pasturas en nitrógeno y materia orgánica, las vacas mediante las deposiciones ayudan a recuperar la fertilidad que se lleva la agricultura. “Si se habla de sustentabilidad en sistemas ganaderos, debería reponerse todo lo extraído en cada ciclo, manteniendo el nivel de minerales en el suelo”, expresó Martín Correa Luna, especialista del INTA Venado Tuerto.

 

“Producir 1.000 kilogramos de carne por hectárea al año significa sacarle al suelo alrededor de 30 kilogramos de minerales, lo que para su reposición cuesta 80 dólares por hectárea”, explicó el especialista del INTA y comparó: “Para obtener cuatro toneladas de soja por hectárea son necesarios 250 kilogramos de minerales y para diez toneladas de maíz alrededor de 300 kilogramos. Reponer lo que se llevan ambos cultivos representan unos 550 y 740 dólares por hectárea, respectivamente”.

 

En ese sentido, explicó el técnico, si no se reponen los nutrientes en cada ciclo, la intensificación productiva disminuye la fertilidad y la productividad de los suelos. De acuerdo con Correa Luna, mientras la vaca pastorea, no sólo extrae nutrientes sino que además los repone. Los animales obtienen del recurso forrajero todos los nutrientes necesarios para su propio mantenimiento y para la producción animal –carne, leche– y además devuelven gran parte de los minerales extraídos mediante las excretas –orina y material fecal–.

 

Una región con elevada fertilidad en los suelos, como la pampa húmeda, permite el buen crecimiento de los pastos. “La producción ganadera depende de la conversión de forrajes en carne que hace cada animal, por eso es tan importante que el pasto sea de buena calidad”, indicó Correa Luna.

 

El costo que no se ve

 

En los últimos años, la cría bovina intensiva (CBI), es decir, la integración de la producción agrícola y la intensificación de la ganadería pastoril, permitió aumentar la carga animal por hectárea y obtener mayor producción de carne de buena calidad. Para Correa Luna, el planteo es el siguiente: “A los rastrojos que dejan el maíz y la soja se suman pasturas base alfalfa. Esto permite mantener una carga de cinco vacas por hectárea de pasturas durante primavera-verano y más de una cabeza sobre los rastrojos de cosecha gruesa en otoño-invierno”.

 

Esta intensificación permite mantener en el lote un mejor balance nutricional. “Mientras las plantas toman del suelo calcio, fósforo, potasio y sodio –entre los minerales más destacados–, el ganado, al alimentarse y recorrer el lote, devuelve una parte de lo que extrajo”, dijo Correa Luna y aclaró que en los lugares por donde pasó el animal se observa un mejor crecimiento del forraje.

 

INTA Venado Tuerto

× ¿Cómo puedo ayudarte?