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Gestión agropecuaria. El docente y consultor Oscar Melo propone un cambio en la actividad, con profesionales más capacitados.

 

La ganadería requiere de una etapa de profesionalización. Si bien hay establecimientos que desde hace varios años vienen poniendo en marcha tecnologías de procesos de manera eficiente y con resultados probados, la mayoría necesita de un mejor gerenciamiento para sacarle más provecho a sus existencias.

 

Mientras espera por mejores tiempos, la producción de carne busca definir su modelo que le permita acercarse a la agricultura, no sólo en materia de rentabilidad sino de gestión. “La ganadería en Argentina ha sido una cuestión empírica durante muchos años; la experiencia es la que marcaba el camino respecto al manejo y sólo se recurría al profesional para solucionar problemas puntuales: si el animal está enfermo, al veterinario; si hacía falta más pastura, al ingeniero agrónomo. El gran cambio que hay que dar es pasar de una actividad regida por la experiencia a estar basada en el conocimiento”, asegura Oscar Melo, docente y referente ganadero.

 

Como parte de esta nueva forma de concebir a la ganadería, la Universidad Católica de Córdoba (UCC) dicta la carrera de posgrado en Especialización en Producción Bovina, de la cual Melo es el director académico. Su trayectoria como docente universitario y consultor hacen que Melo no tenga dudas sobre cómo, a su juicio, debería ser la producción de carne del futuro tranqueras adentro.

 

“La ganadería que se viene es una ganadería más planificada, en la que se fijen metas, se diseñen prácticas y se presupuesten resultados. Los agricultores lo tienen; saben dónde van a sembrar y cuánto van a gastar”, comparó el especialista.

 

En este esquema, los ganaderos deberán dejar de incorporar tecnologías en forma disociada y diseñar un plan que integre herramientas de procesos. El desafío será planificar una cadena forrajera, para una determinada genética y plan de reproducción.

 

Para plantear un nuevo modelo ganadero, Melo se basa en los pobres resultados obtenidos por el esquema vigente. “En 1950 teníamos 2,6 vacas por persona y hoy tenemos 1,2 vaca; bien no nos fue. Lo que hace falta no es aumentar el número de cabezas, sino que cada vaca produzca más”, develó. Según sus evaluaciones, Argentina necesita alimentar 170 vacas para producir 100 terneros. “Tenemos más de 22 millones de madres para producir 12 millones de terneros. Eso se corrige con comida y manejo. Si se mejora el manejo y la alimentación de los vientres se podría producir lo mismo con 4 millones de vientres y mantener la misma producción”, razonó.

 

Modelo integral

 

Con la radicación de la ganadería en el norte del país, Melo asegura que es momento de empezar a diseñar un modelo unificado. “Es un área nueva y los profesionales que han quedado en el área central tienen que capacitarse; es la única forma de lograr una ganadería que puede competir con otras actividades, en especial por la tierra”, destacó.

 

Para alcanzar ese objetivo productivo, el especialista se inclina por el fomento de los sistemas integrales. Los considera menos vulnerables que a aquellos en los que el criador y el invernador son protagonistas como eslabones productivos únicos.

 

Dentro de esta lógica, Melo proyecta la consolidación del ciclo completo con gran intervención de los granos, en establecimiento donde se produzca el ternero, el maíz, se realice la invernada y se venda el novillo. “En el norte se puede hacer estos modelos integrados y más eficientes que en el sur. Los granos allí resultan más baratos, en especial el sorgo y maíz”, destacó Melo.

 

Bajo este esquema, las posibilidades de defender el precio del ternero y del novillo gordo son mayores y el ganadero no está tan expuesto a las vicisitudes de las variables exógenas, como por ejemplo el precio de los granos.

 

La instalación y desarrollo de modelos ganaderos de ciclo completo en el norte se podrían complementar de manera eficiente con los canales de distribución de la carne en esa región. La mayoría de los centros de consumo de carne bovina del noroeste se abastecen de hacienda de otros lugares, lo que encarece los costos y la logística. “Hay que repensar la ganadería de antaño, en la cual se pensaba en una zona norte proveedora de terneros y una sur para engordarlos. Su problema es que luego a esa carne hay que volverla a llevar al norte para su distribución”, complementó.

 

Como parte del nuevo paradigma que pretende para la ganadería, Melo es partidario de la producción de un solo novillo, tanto para mercado interno como para la exportación.

 

“Cuando el agricultor hace maíz, lo hace con la posibilidad de venderlo tanto para la exportación como para el consumo interno. Al que mejor lo pague. Lo mismo podría pasar con los novillos. De esta manera se evitaría que, antes problemas o restricciones en la exportación, el ganadero que hace animales para ese destino corra el riesgo de no poderlos vender”, justificó.

 

Su visión integral sobre el mercado de ganados y carne bovina incluye también un cambio en la comercialización.

 

“La carne es el único producto que se vende de igual forma que hace 50 años”, advierte Melo, para quien la media res debería dar paso a los cortes (desposte), como medida para direccionar la demanda doméstica.

 

Alejandro Rollán

La Voz del Interior

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