Para que el comienzo de un ciclo positivo no naufrague en un fracaso la cadena de ganados y carnes debe definitivamente funcionar con un criterio asociativo.
La cadena de ganados y carnes ha sido una de las más golpeadas por el descalabro productivo agropecuario de nuestro país, tan es así que resultó durante bastante tiempo el mejor espejo de una mala praxis. Sin embargo, en este momento todo parecería indicar que se ha tocado el fondo y que estaríamos cerca de volver a ver un período positivo que se debe construir en forma lenta, pausada y con bases sólidas, sin pasar de la “agonía al éxtasis” como ya se ha hecho en otros períodos. Los procesos productivos nunca deben desarrollarse en forma espasmódica sino de manera más previsible y deben ser resultado de acciones conjuntas de todos los actores de la cadena con un plan estratégico que los contenga.
Para hacer un análisis más profundo de lo que ocurrió, en primer lugar deberíamos saber de qué forma ha mutado el paradigma agropecuario en las últimas décadas y a partir de allí reconocer sus fortalezas y debilidades. La transferencia de 14 millones de hectáreas a la agricultura -principalmente la soja- dibujó en nuestro suelo un nuevo formato productivo distinto, que aprovechó los avances tecnológicos como la siembra directa y despuntó en un gran desarrollo de la biotecnología aplicada a la genética de los cultivos. Esta revalorización de nuevos y superiores estándares productivos fue lo que derivó en la asignación del recurso tierra, a medida que aumentaba la rentabilidad de los cultivos se iban desplazando e incorporando nuevas fronteras territoriales, todas ellas construidas sobre la deserción de espacios históricos dedicados a la ganadería.
La asignación de los recursos por lo general son el resultado de la rentabilidad, de forma tal que imaginar que el espacio ganado por la soja es un despropósito sería no conocer cómo se mueven los factores de la producción. Por supuesto que todo este proceso debería estar encuadrado claramente en políticas de sustentabilidad ambiental y social de forma tal que la utilización de la tierra no se convierta en una masacre indiscriminada de nuestros recursos naturales.
Por ello la soja en base a rentabilidad y mejoras tecnológicas le ganó la pulseada a la ganadería y a otros cultivos alternativos. Un buen análisis de los precios de los productos agrícolas en los próximos años definirá si esta asignación seguirá siendo permanente o una mejora de los precios de la carne de consumo y exportación permitirá reasignar suelos para pastura. Un dato importante que hoy ya tenemos es que la demanda de carne seguirá siendo sostenida y preferentemente la carne de calidad, pero que a la vez los recursos de agua y tierra son cada vez más escasos en el mundo y solamente Latinoamérica podrá ser el reservorio mundial. Mientras Brasil y Paraguay están incorporando nuevos espacios posiblemente la Argentina pueda tener una nueva reasignación del recurso tierra, tal vez en forma limitada pero que en función de la rentabilidad permita recrear el viejo concepto de la rotación entre animales y cultivos.
Esta visión estratégica de la utilización del suelo para las próximas décadas debe estar fuertemente acompañada por una política de fortalecimiento de la exportación que agrande el reducido concepto de carne solamente para consumo interno. Ninguna de las producciones limita sus objetivos a un mercado interno sino que por el contrario aspiran a convertirse en un exportador de calidad y cantidad, de acuerdo a sus condiciones hará mayor hincapié en la cantidad o en la calidad, seguramente Brasil será cantidad pero Argentina está destinada a ser calidad. Nuestro futuro en las exportaciones está indisolublemente ligado a nuestra calidad genética, somos el rodeo británico más importante del planeta con una genética envidiable para todos nuestros competidores, cuyo resultado es el esfuerzo de generaciones de productores ganaderos que a pesar de los malos momentos supieron mantener un concepto de “calidad”, que siempre se vio reflejada en la opinión de los consumidores más exigentes del mundo que reconocen en el bife argentino la excelencia.
Otro cambio estructural del formato productivo en la ganadería es la aparición del sistema de confinamiento, como un resultado de la pérdida de suelos dedicados a las pasturas implantadas en manos de la soja, la forma de engorde mutó aceleradamente hacia formatos de encierre. Esta herramienta de engorde tan habitual desde hace más de 50 años en países como EEUU o Australia llegó para quedarse en nuestro país de la mano de precios dominados para el maíz y mediante compensaciones que florecieron los sistemas de engorde a corral. En la actualidad se ha producido una reconversión de los mismos y cada vez perduran más los que no sólo logran escalas sino sistemas logísticos y tecnológicos eficientes. Más del 60 % de la faena para consumo se realiza con animales de este sistema de engorde, teniendo en la cuota 481 para exportación una de las grandes alternativas de crecimiento y consolidación.
Para que el comienzo de un ciclo positivo no naufrague en un fracaso la cadena de ganados y carnes debe definitivamente funcionar con un criterio asociativo, atrás deben quedar los formatos individuales de eslabones que piensan que su resultado es a expensas del otro, sino que la acción planificada estratégicamente permita generar el modelo win – win donde todos participen del beneficio. Debemos aprender del sistema agrícola argentino que es uno de los más eficientes del planeta, donde su mayor fortaleza no solo reside en las prácticas tecnológicas de laboreo de punta o en sus desarrollos en biotecnología, sino que una de sus mayores fortalezas es haberse convertido en un proceso asociativo excepcional y estos procesos culturales son tan o más importantes que los tecnológicos porque garantizan igualdad de oportunidades para todos sus actores más allá de sus patrimonios.
La cadena de ganados y carnes debe crecer fundamentalmente en sus fábricas de hacer terneros, no porque el engorde o la industria no necesite mejoras sino porque el productor es quien más atrasado está en un mundo de cambios permanentes. Está atrasado en formatos nuevos de financiamiento, en herramientas modernas de comercialización, en instrumentos contractuales como el Forward Ganadero o el Warrant, en utilización de opciones y futuros, todos estos instrumentos son imprescindibles de la tranquera hacia afuera. Mientras que de la tranquera hacia adentro debe haber un proceso serio y definitivo de extensión para lograr establecer nuevos y definitivos parámetros de preñeces que junto a las campañas sanitarias responsables nos permitan poder disfrutar de sentir que podemos tener la ganadería del futuro.
Raúl Milano – Director Ejecutivo de Rosgan