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En un seminario en la UCA quedó en claro la baja adopción tecnológica en el sector y sus motivos. Hay mucho para crecer, pero hace falta autocrítica.

 

Los indicadores de los últimos cuarenta años de la ganadería argentina muestran un claro estancamiento: el stock casi no creció y tampoco hubo un aumento significativo en la producción. Actualmente en el país se producen 60 kilos anuales de carne por animal en stock, contra 77 que se producen en Australia.

 

Estos datos fueron presentados por la estudiante de producción agropecuaria Lucía Gómez durante el IX seminario “La Integración para el Desarrollo Ganadero”, realizado esta semana en la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires, y organizado por el Centro de Consignatarios y el Mercado de Liniers.

 

Gómez remarcó que la baja eficiencia de la cría es el factor determinante en esta situación. “La relación ternero vaca está estancada en 60 terneros cada 100 vacas”, precisó. Por eso, junto a sus compañeros María Eugenia Molinari e Ignacio Rodolfo Aust, Gómez realizó un trabajo de investigación enfocado en la adopción de tecnología de procesos y de insumos por parte de los criadores, el eslabón inicial de la cadena. Los estudiantes tomaron como universo representativo a los criadores de más de 100 vientres de la localidad de Las Flores, en plena Cuenca del Salado.

 

Molinari explicó que a partir de encuestas y entrevistas a los productores se los categorizó según el nivel de adopción de tecnologías de reproducción, sanidad, gestión e infraestructura y según la edad, el nivel educativo, la cantidad de vacas, y el tipo de asesoramiento técnico. “Menos de la mitad de los productores tiene asesoramiento permanente de veterinarios, pero el 90 por ciento se asesora permanentemente con contadores”, comentó. Además, dijo que el 60 por ciento de los productores estaciona el servicio en tres meses.

 

A su turno, Aust presentó las conclusiones del trabajo. Según la investigación, el tamaño de los establecimientos no es determinante en la decisión de adoptar tecnología. “Los productores las adoptan cuando pueden ver los resultados y el impacto económico, como en la implantación de pasturas y verdeos”, dijo, y agregó que los productores de punta son solo el 8 por ciento, en general tienen menos de 42 años y hacen el ciclo completo. También dijo que la falta de personal capacitado es una limitante para la adopción de tecnologías.

 

Con estos datos sobre la mesa fue el turno del ingeniero agrónomo Sebastián Riffel de aportar claves para mejorar los índices productivos en los planteos de cría y de recría. “Si en la Cuenca del Salado mejoramos los índices de producción de forraje podemos mejorar la producción de todo el país. El problema es que mucha gente que está en el sector no tiene una visión empresarial. En la medida que sigamos siendo ineficientes en la producción de terneros, el costo de la producción de carne seguirá creciendo”, afirmó el técnico, para empezar.

 

Según explicó, en las últimas décadas se relocalizó a la ganadería en las regiones más frágiles y no se hizo en ellas las mejoras necesarias. “Las pasturas de base alfalfa o megatérmicas, las consociadas, los verdeos y los silajes ocupan solo el 12 por ciento de la superficie ganadera del país. El 88 por ciento restante son pastizales, monte, isla y zonas frágiles”, dijo Riffel, y remarcó que ese 12 por ciento del área es el que aporta el 45 por ciento del alimento.

 

“Hay que mejorar la base forrajera. Hemos puesto a la ganadería en una zona de alto riesgo y los costos de producción son cada vez mayores”, afirmó.

 

Luego aseguró que actualmente las empresas más sólidas son las que hacen el ciclo completo, y aportó claves para mejorar la eficiencia de la cría. Entre otras herramientas, dijo que hay que concentrar la parición en menos tiempo y al inicio de la temporada, y hacer pastoreo horario. “Son alternativas viables y de manejo muy sencillo”, indicó Riffel.

 

Luego dijo que preñar a las vacas temprano es fundamental porque si no se está condicionando el desarrollo futuro del rodeo. “Producir más terneros y de mayor peso al destete (son más pesados los que nacen primero en la temporada) genera más eficiencia también en la conversión de materia seca en carne”, explicó Riffel.

 

En cuanto al pastoreo horario, dijo que es clave para adaptar la calidad del forraje disponible de acuerdo al requerimiento de cada categoría, ya que no es lo mismo, por ejemplo, dar un rye grass o un sorgo diferido.

 

“El pastoreo de rye grass de las vacas preñadas debe ser de cuatro horas a partir de las doce del mediodía. En cambio en sorgo diferido será más tiempo. Esto nos permite estirar el campo con un manejo muy simple y de bajo costo”, indicó.

 

Y luego añadió: “En la medida en que la cría es eficiente y avanza hacia un sistema con recría se gana en eficiencia de conversión del forraje. Vamos a recriar en los mismos campos en los que ya se hace cría, mejorando los recursos. La tecnología está, el tema es el planteo, el manejo empresarial”.

 

Está claro, como mostró el relevamiento de los alumnos, conducidos por sus docentes de la UCA, que muchos actores de la ganadería deben hacer una autocrítica. Es cierto que muchas veces las coyunturas y las políticas no ayudan, pero no es menos cierto que, hacia adentro, hay mucho para mejorar. Y no es una mala idea empezar por ahí.

 

Lucas Villamil

Clarín Rural

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