Reflexiones del asesor del CREA Luján y docente de la Escuela de Posgrado de la FAUBA ante la pérdida de valor de la moneda nacional.
Ringo Bonavena decía que “la experiencia es un peine que nos da la vida cuando nos estamos quedando calvos”. No obstante y como estoy tratando el tema de las inversiones a largo plazo, no puedo menos que hacer mención al hecho que cuando la gente hace proyectos a largo plazo, no siempre incluye estos “cisnes negros” que se ciernen periódicamente sobre su negocio. Por eso son tan valiosas las gestiones históricas. Porque cuentan la historia tal cual repercutió en su empresa.
Uno de las diferencias entre esta y la de “conmigo: Un dólar un peso” (De la Rua) es que nuestros clientes no se verán beneficiados por la pesificación por 2 motivos: Al haber poca deuda en dólares, los que deban en dólares, les deseo fervientemente que estén calzados. Los que deben en pesos, ojalá que tengan con que cancelarla porque lo más probable es que las tasas se vaya a las nubes. Pero por suerte, a diferencia de aquel 2001, nuestros productores no están tan endeudados (esto empeora la situación de los que sí lo están).
La vez pasada, el precio de la leche que superaba los 22/23 ctv de USD/lt, habiendo caído previo a la devaluación a 15 y 17 ctvs., se puso a 8 ctvs./lit durante casi 4 meses. Nuestros clientes no sabían si ponerse contentos por la licuación de la deuda o llorar porque sus costos aumentaban y la leche NO. ¿Qué costos aumentaban? Básicamente los directos (particularmente la suplementación) que costos se quedaron los indirectos (los gastos de administración y estructura). Cuando fue recuperándose el precio de la leche, el resultado mejoró en AR$ pero no en USD. Los productores se vieron poco a poco aliviados, pero inmediatamente entraron en una nueva convertibilidad de 3:1 durante los siguientes 6 años y algo más difusa 2 años más.
Fue determinante el hecho que, los que creían en el tambo y tenían “con que” no aflojaron en nada, siguieron haciendo lo que venían haciendo (alimentación, sanidad, pasturas, etc.). Estos mantuvieron la producción y pudieron aprovechar mejor la bonanza. Quienes no podían o tenían temor (muy justificable por cierto), cayeron mucho en la producción y abandonaron prácticas que a su juicio comprometía su situación financiera presente pero dificultaba el desenvolvimiento futuro. La producción nacional pasó de 9.000 millones a 7.000 millones en muy poco tiempo.
Por suerte, para la flexibilidad que tienen los empresarios argentinos, ninguna de las veces fue igual. Esta vez va a ser muy importante la reacción de las empresas lácteas, que si estuvieran comprometidas con el sector, ya tendría que haberlos convocado a tratar este tema que se está planteando.
Otra cosa que es muy distinta, es que la devaluación anterior, los granos no tenían prácticamente retenciones por lo que pudieron aplicar la receta “devalúo y te pongo retenciones”. De esta manera, los agricultores comparten con el fisco los “beneficios de la devaluación”, y a los ganaderos no se les encarece tanto el alimento.
Pero la madre de todas las diferencias es que internacionalmente estábamos a las puertas de una oportunidad infinita de aprovechar el “viento de cola” y ahora NO. Si bien el mundo se está recuperando, lo más probable es que en menos de un año todos los dólares que hay por el mundo quieran aterrizar en Atlanta o algún otro aeropuerto seguro (es lo que los economistas llaman fly to quality). Esto puede verse porque la nueva secretaria del Tesoro empieza retirar los estímulos y pronto empezará a haber tasas positivas en Estados Unidos.
Por supuesto, la peor es la política pero de eso no se si alguien se anima a hablar.