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Para el analista Ignacio Iriarte es muy probable que haya una liberación del tipo de cambio sin una quita inmediata de las retenciones a la carne. Mejorará algo la competitividad exportadora pero habrá una presión alcista sobre toda la hacienda, inclusive la liviana.

 

A horas de las elecciones presidenciales, el especialista Ignacio Iriarte planteó a Valor Carne un probable escenario para la cadena cárnica ante el cambio de reglas que implementaría el próximo Gobierno. A continuación, su opinión.

 

Una de las principales dificultades que deberán enfrentar las nuevas autoridades es que la gestión anterior usó el tipo de cambio como herramienta antiinflacionaria, con lo cual en un año se ha devaluado sólo la mitad de la inflación real, acumulándose un gran atraso. El segundo escollo son las retenciones, cuya remoción tal vez se deje para más adelante y no se tome este tipo de medida inmediatamente. Otro tema que afecta la rentabilidad de la industria es que los precios internacionales ya no son los mismos que los de un año atrás, a lo que se agrega la caída dramática del valor de los subproductos.

 

En este contexto, un aspecto no menor es que la Argentina está produciendo una cantidad de carne per cápita muy baja en términos históricos: alcanza para consumir 60 kilos por persona y exportar sólo 5kilos. Y, además, hay una aguda escasez de novillos pesados y también de vacas, que son las categorías que requiere el comercio exterior.

 

En esta época del año, el productor tiene abundante pasto y sabe que el candidato con más chances de ganar está pensando en liberar el tipo de cambio, lo que llevaría a una devaluación importante. Entonces, como esto puede significar una mejora en el precio, no vende su hacienda, la retiene. Y esto agrava la situación de la industria, que ya tenía dificultades para abastecerse.

 

Si uno le preguntara a un exportador cuál sería el escenario ideal para volver a ser competitivo, éste respondería que necesita una devaluación del 40%, que se quiten las retenciones y que el precio del novillo no suba. Pero es prácticamente imposible que estas tres condiciones se den todas juntas. Hay que tener en cuenta que hoy, según los cálculos de Valor Carne, los frigoríficos exportadores argentinos pagan por la carne al gancho U$S 4,30/kg mientras que sus pares brasileños apenas erogan U$S 2,60, aunque tal vez a nosotros no nos haga falta estar en el nivel de Brasil para reposicionarnos en el mundo.

 

De lo necesario a lo probable

 

En este marco, es posible que se libere el tipo de cambio de inmediato, ya que es una medida que está en el corazón de las ideas de los candidatos que podrían ganar: piensan que hay que arreglarlo el primer día porque si no, no se arregla más. En cuanto a las retenciones a la carne, hace meses que no se habla ni se hacen promesas al respecto, a diferencia del trigo, el maíz y los productos regionales, rubros en los que sí se asegura que se quitarán.

 

Lamentablemente, en la clase política existe la idea que el sector agropecuario está mal pero que a la ganadería le va un poco mejor. Entonces, no sería raro que nos alcance la mejora en el tipo de cambio pero que las nuevas autoridades se reserven la quita de las retenciones, por lo menos en lo inmediato. Con ello, la situación más probable es que el dólar pase de $10 a $14 y que la hacienda suba por lo menos un 20% por arrastre de la devaluación. Si esto sucediera, los exportadores dirían que mejoraron relativamente pero que siguen siendo muy caros en términos internacionales: pasarían de U$S 4,30 el kilo en gancho a unos U$S 3,60.

 

El gran temor de la industria exportadora es que si realmente se lograra un mayor poder de compra, porque además se quitaran las retenciones, esto se traslade totalmente al precio del novillo y se pierda gran parte del efecto positivo de la devaluación. Si bien se licuaría el costo de la energía y de los salarios, como el de la materia prima es el 70% del total el beneficio de la devaluación quedaría deslucido en el corto plazo. También, preocupan las posibles consecuencias políticas y sociales que podrían darse.

 

El primer cliente

 

El gran protagonista del negocio de la cadena cárnica es el mercado interno, que acapara el 93% de la demanda. Por eso, hay que tener un ojo puesto en la devaluación y otro en la respuesta que tendrá la población frente a este cambio dramático en los precios relativos. Por un lado, habrá mayor demanda de los exportadores y por el otro, el consumo se comportará como lo hizo históricamente: habrá resistencia a bajar la ingesta de 60 a 55 kilos por persona, aceptando pagar algo más por la carne.

 

Es decir, en un contexto de escasez de materia prima, habrá un nuevo demandante -la exportación- y esto hará subir los precios de toda la hacienda, sea pesada o liviana. En el corto plazo, es probable que el diferencial entre ambos siga existiendo, con lo cual muchos ganaderos podrían continuar produciendo animales de menor peso.

 

Otro cambio trascendente será el fin de la era del maíz barato que nos acompañó durante una década. En este rubro, está más claro que van a sacar las retenciones, hoy del 20%. Ahora bien, esta quita, más una devaluación del 40% y la eliminación de los ROEs, puede llevar a un maíz que en pocas semanas esté un 40/50% por arriba de los valores actuales. Si esto se da, cambiarán los números del feedlot, que ya ahora está en una situación delicada por la relación compraventa desfavorable. También, impactará sobre la actividad avícola y porcina disminuyendo la producción.

 

En síntesis, para la ganadería habrá un escenario positivo con la devaluación pero la misma tendrá un efecto negativo en el poder de compra de la población que, hoy por hoy, es su principal mercado. Un verdadero dilema.

 

De cualquier manera, los precios reales de la hacienda van a mejorar en 2016 y se abre una etapa mucho más positiva que la que hemos dejado atrás. Se darán tres circunstancias que harán que el precio se mantenga firme. La primera es la reducción de la oferta por retención, habrá un fuerte incentivo para criar y recriar, proceso que acentuará el problema en el corto plazo. Si el stock crece un millón de cabezas por año habrá que dejar de faenar esa cantidad. El segundo factor es que si vamos a exportar más, eso también restará carne del consumo interno. Y la tercera, la más importante frente ante este panorama, es que el consumidor se resistirá a reducir la ingesta y pagará mejores valores.

 

Entonces, lo mejor para toda la cadena cárnica es que el pase a precios de la inminente devaluación sea el menor posible y que no se afecte el poder de compra de los consumidores, algo que como ya dijimos es muy difícil. Lo que sí se puede hacer, con un plan económico integral, es que los efectos negativos sobre la población al aumentar el precio de casi todos los alimentos, sean mínimos. Como conclusión, vamos a tener mayor demanda por exportación y en el nuevo esquema económico seremos uno de los sectores al que le irá mejor. Estamos anotados en primera fila.

 

Valor Carne

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