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Si bien en la práctica las compras en el exterior no solucionarán el problema coyuntural del precio al público, el hecho de que el sector se abra al mundo sería una muestra de su competitividad. Qué hacer mientras tanto para mejorar.

 

Después de que el precio de la hacienda en la Argentina siguiera un raid alcista, que culminó una semana antes del cambio de gobierno, las nuevas autoridades comenzaron a agitar la posibilidad de facilitar la importación de carne para ofrecer una resistencia a los aumentos.

 

Casi siempre, en las administraciones de menos carácter intervencionista en la Argentina, la solución frente a aumentos en el precio de la carne, sean éstos estacionales o cíclicos, ha girado en ese sentido, lo que resulta positivo frente a la  intromisión directa en el mercado, el cierre de exportaciones o las vedas al consumo.

 

En esta oportunidad, más allá del estancamiento de la producción de los últimos años, la oferta está disminuida porque los ganaderos, optimistas ante las nuevas medidas –eliminación de derechos de exportación y de ROEs y liberación y unificación del mercado de cambios- están reteniendo hembras para destinarlas a reproducción y demorando la venta de machos para echarles más kilos, lo que augura mayor disponibilidad de producto hacia adelante.

 

Por su parte, desde el lado de demanda, por un lado la población quisiera seguir consumiendo las cantidades pretéritas, aunque con los actuales precios ha cedido pretensiones y, por el otro, la demanda para exportar ha vuelto a ser posible, aunque esto no se reflejará  en volúmenes en este año, por la escasez de oferta apta de animales.

 

Dónde comprar

 

En este marco, es importante analizar las posibilidades concretas de que se puedan realizar importaciones, sea de carnes, de animales para faena o para invernada, que mejoren la relación entre oferta y demanda.

 

La opción más inmediata, al menos para el principal centro urbano del país, es traer producto del Uruguay.

 

Sin embargo, al haberse acercado las cotizaciones del ganado terminado en ambas márgenes del río de la Plata, como lo venimos siguiendo desde Valor Carne, no queda margen para operaciones de volumen. El comercio de medias reses tampoco tendría posibilidades porque éstas siguen muy de cerca al precio de los animales para faena.

 

Sí podría haber lugar para la importación de ciertos cortes, especialmente del asado. El consumidor argentino lo valora más que el uruguayo por lo que, a igualdad de precios de la hacienda, generalmente es más caro que en el mercado vecino.

 

De todos modos, una presión mayúscula por el mismo, debería llevar a un acercamiento en los precios que restaría interés a los operadores. No hay que perder de vista que el mercado argentino es unas cinco veces mayor que el uruguayo.

 

Un renglón donde podría haber márgenes más interesantes es en el de las tropas para reproducción o para invernada.

 

A modo de ejemplo, las vaquillonas tienen un precio 40% más bajo del lado uruguayo. No obstante, si bien hay un protocolo sanitario que permite este comercio, no está claro qué pasa con la cuarentena, cuyo costo podría arruinar más de una operación. Además, este protocolo se refiere a ganado  para reproducción y no incluye categorías de invernada.

 

Aun trayendo cantidades importantes de vaquillonas, lo  que ayudaría a ir cerrando la brecha de precios entre ambos países, no resolvería el problema coyuntural del valor de la carne al público.

 

Por otro lado, Brasil y Paraguay tienen precios del ganado mucho más bajos que el Uruguay. Pero los costos de una operación de exportación, a los que hay que agregar fletes y desbastes por distancias muy importantes también pondrán un freno al interés comercial.

 

Otra posibilidad es importar carne. Dudamos que los protocolos sanitarios con ambos países permitan introducir carne con hueso, como los asados,  y que esta restricción se pueda levantar rápidamente. En tanto, otros cortes sin hueso no tendrán el peso para influir rápida y marcadamente en la plaza argentina.

 

La importación de reproductores es más factible, aunque quedaría limitada al norte argentino, por el tipo de razas predominantes en ambos países y el costo de los fletes.

 

Puestos a pensar en otras alternativas, el mapa global sólo ofrecería un candidato extra regional: la India. Es el segundo exportador mundial y vende carne de búfalo, con un precio promedio FOB considerablemente más bajo que el de nuestros socios del Mercosur. Sin embargo, por tratarse de otro producto, se crearán problemas objetivos y subjetivos para entusiasmar a los consumidores locales. Además, no existen protocolos sanitarios bilaterales, lo que podría demorar algunos meses para un primer embarque.

 

En síntesis, la posibilidad concreta de importar carne o hacienda con efecto sobre el nivel de precios internos en el corto plazo es muy remota.

 

Esto no significa que deba abandonarse el intento de facilitar esta operatoria.  El hecho de  que el sector se mantenga abierto al mundo, no sólo por el lado de las ventas sino también de las compras, es un indicador de su competitividad y nadie debería verlo con temor.

 

Es más, EEUU, que tiene una de las ganaderías más consolidadas, es el 4º exportador de carnes, con focos en cortes de mayor valor y se ubica en el podio de los importadores sobre todo de carnes para moler.  Un ejemplo a tener en cuenta.

 

Manos a la carne

 

Tampoco hay que quedarse cruzados de brazos, mientras el malhumor social puede seguir in crescendo.

 

Es importante trabajar en la transparencia del sector, combatiendo la evasión de normas sanitarias y tributarias, lo que mejoraría su desempeño con efectos beneficiosos sobre los consumidores.

 

Otra cuestión prioritaria es dictar medidas que aceleren el avance tecnológico, mediante un adecuado tratamiento tributario sobre las inversiones, la retención de hembras para reproducción, la terminación de animales con pesos superiores y la eliminación de la restricción del peso mínimo de faena, por cierto, una rémora.

 

Asimismo, el gobierno y la dirigencia empresarial pueden lanzar una campaña de esclarecimiento sobre el tema, que haga entender a la población las limitaciones de la oferta, su mejor situación a mediano plazo  y la disponibilidad de carnes competitivas.

 

Pero será crucial dejar de lado los atisbos de caza de brujas en torno a buscar responsables de los aumentos recientes (o futuros), cuando la cadena de ganados y carnes argentina es un buen ejemplo de mercado abierto, atomizado y competitivo, sin la existencia de grupos dominantes ni de maniobras de colusión en ningún eslabón.

 

Miguel Gorelik

Valor Carne

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