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Con apenas 258 ha, un ganadero de Carlos Tejedor integró la producción de maíz, carne y bioenergía, y ya abastece a la red pública local. Cómo desarrolló el proyecto que además de cuidar el ambiente le permite optimizar la eficiencia del engorde. Una muestra de que la escala no limita la innovación.

“Soy ganadero porque es lo que me gusta. Produzco maíz y lo transformo en carne: recrío y engordo a corral unas 1.300/1.400 cabezas por año. Ahora, di un paso más y convierto los desechos de los animales en fertilizantes para mis cultivos y en energía eléctrica, que vendo a la cooperativa local”, planteó Luis Antonio Urdangarin, propietario de La Micaela, un campo de 258 ha ubicado a tres kilómetros de la ciudad de Carlos Tejedor. Y señaló que más allá del valor de los nuevos productos, “en los corrales acondicionados para la actividad bioenergética, mejoró la conversión de materia seca en carne y bajaron los costos de mantenimiento. Esto ayuda mucho al repago de la inversión”.

La mitad de la superficie de La Micaela tiene aptitud agrícola y ahí se cultiva maíz para grano y silo; la otra mitad, es un bajo encharcable, dedicado a ganadería. El planteo se completa con un feedlot, con gestión profesional, para 1.000 cabezas instantáneas. “Compro terneros de 190 kg promedio y los termino con 350/390 kg. Hago unos kilos a campo, en las pocas hectáreas que tengo de festucas y tréboles, aunque el 90% se produce a corral”, especificó.

Sobre este modelo intensivo, Urdangarin decidió seguir avanzando en la cadena productiva. “Hace cuatro años, estaba buscando aprovechar el estiércol del ganado y justo, en una exposición, encontré a Martín Pinos y Ezequiel Weibel, agrónomos de veinte y pico, que formaron la empresa Biogás Argentina, ayudados por la UBA, y ofrecían sus servicios. Entonces, les encargué el proyecto de factibilidad para ver si cerraban las cuentas”, recordó.

Inicialmente, la idea del ganadero era producir fertilizantes para su campo, pero viendo la propuesta se dio cuenta de que también podía hacer biogás. “El plan me gustó. En ese momento, Buenos Aires tenía una ley aprobada, aunque todavía no estaba reglamentada, que me autorizaba a vender energía eléctrica generada con ese biogás a las cooperativas locales. Era una oportunidad, en Europa ya lo venían haciendo”, sostuvo. Y aclaró que “si bien la inversión era importante, se devolvía en 4 a 5 años. Entonces, me decidí”. Los fondos necesarios para poner en marcha la obra, que significan unos 6 millones de pesos actuales, fueron cubiertos en un 50% con un crédito del Banco Nación, a diez años de plazo, a una tasa del 9% anual; y el resto con capital del productor.

El paso siguiente, fue la articulación con el Programa de Incentivos a la Generación de Energía Distribuida de Buenos Aires (Proinged) con el fin de poder vender la energía. Este organismo está integrado por el gobierno provincial y las cooperativas eléctricas, entre ellas la de Carlos Tejedor. “La inversión en mi campo terminó con la entrada de gas al motogenerador y Proinged, que nos ayudó mucho, financió la compra del motor, la instalación eléctrica y el transformador. Todos los meses, cuando me pagan, del monto facturado, el 20% se destina a devolver ese aporte”, explicó.

En definitiva, “la cooperativa se beneficia. Cuando el proyecto esté funcionando a pleno, va a recibir 30.000 kwh/mes de la Micaela, que se los cobrará a los usuarios, a la tarifa habitual. Además, Proinged le cede el nuevo equipamiento”. Lo más importante, subrayó Urdangarin, es que “la iniciativa colaborará con la matriz energética de Carlos Tejedor y, por ahí, nuestro aporte, de un 3% del total, hace que en verano no se corte la luz”.

La obra

El proyecto incluyó la remodelación de cuatro corrales, para 500 cabezas, en los que se construyeron pisos de hormigón, media sombra y aspersores para el verano. “Si bien estos pisos son caros, finalmente resultan más baratos que reparar todo lo que se deteriora en los de tierra, después de las lluvias. La idea es seguir avanzando hasta cubrir las 1.000 cabezas, la limitante es el capital”, dijo el ganadero.

Con esta infraestructura y la ayuda de los cuatro operarios del campo, Urdangarin recolecta el estiércol todos los días. “Sacamos los animales por 15 minutos, barremos y con una mini-cargadora y una bomba, mandamos los excrementos al digestor, modelo adaptado de un sistema alemán”, afirmó. En un principio, estos desechos se inocularon con bacterias; entonces, con un agitador y cierta temperatura se inició la fermentación, dando comienzo a la producción de biogás. “Este gas va a un motogenerador, ubicado en mi propio campo, que está colgado a la red pública de media tensión. Ahí, se mide la energía eléctrica, que me pagan por kilowatt/hora”, explicó. Desde febrero de 2016, La Micaela produce 200 kwh/día y, a la brevedad, alcanzará los 1.000 kwh/día, nivel cercano a su potencial máximo.

Campo & ciudad

Para Urdangarin, lo saliente es haber “pasado de un círculo vicioso, donde quitábamos nutrientes con la agricultura y contaminábamos con la ganadería, a un círculo virtuoso en el que los desechos se transforman en fertilizantes que generan más comida y en electricidad para la gente de la ciudad. Además, es un emprendimiento rentable”.

Otro avance clave es la mejora de la conversión de materia seca en carne, verdadero core business de La Micaela. “Ya trabajábamos con dietas planificadas por nutricionistas. Ahora, con los nuevos corrales, que hacen al bienestar de los animales, se los ve más cómodos. Sin barro, gastan menos energía en movilidad, por lo que son más eficientes. También, ahorramos en mantenimiento, evitamos movimientos de tierra y otras tareas de limpieza”, contó.

En tal sentido, según Elizalde&Riffel, asesores del establecimiento, “tras dos años llovedores, esos costos superan la inversión en el piso de cemento. Esto, más la mejora en la conversión durante el otoño-invierno, del 3 al 5% durante un otoño-invierno seco; y del 30 a 45%, en uno húmedo, hacen que la ventaja a favor del cemento se amplíe en el tiempo”. Con respecto a la ración, Juan Elizalde destacó: “hay dos cubas de fermentación: la del rumen y la del biodigestor. Por eso, estamos pensando en incluir fibras de alta digestibilidad, que elevan la tasa de pasaje del alimento por el animal, y agregar enzimas fibrolíticas y levaduras para promover el proceso en ambas cubas”.

A futuro

La Micaela, primer establecimiento del país que vende energía eléctrica, recibió el premio CITA de Oro a la innovación tecnológica. “Es un tema que en la Argentina no estaba difundido, teníamos muchas incertidumbres y con esta experiencia pudimos resolverlas, le pusimos mucho esfuerzo. La capacidad de innovar no está relacionada con la escala, el límite es cultural, es lo que hay que vencer”, aseguró. Y propuso que “para que otros productores puedan implementar este tipo de proyectos tiene que haber políticas de Estado, con créditos de largo plazo”.

Para Pinos, otro obstáculo a superar es que “en el marco de la legislación nacional sancionada a fines del año pasado, las nuevas licitaciones para venta de energía eléctrica a partir de biogás, establecen un mínimo de potencia instalada de 1.000 kw. Sería conveniente bajar ese piso para que proyectos como el de La Micaela, cercano a los 100 kw, se puedan multiplicar por todo el país”.

Así, finalizó Urdangarin, “desde el campo, ayudaríamos a solucionar el problema energético y, al mismo tiempo, mejoraríamos la productividad ganadera cuidando el ambiente”.

Liliana Rosenstein
Valor Carne

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